martes, febrero 09, 2016

Marvel Gold. La Patrulla-X original 1. La Patrulla-X contra Magneto.



Todo producto cultural nace en un contexto del que hereda sus principales características para que pueda producirse una conexión natural con el consumidor al que está dirigido. Por ejemplo, cuando los tebeos de superhéroes Marvel renacieron a comienzos de los efervescentes años sesenta, después de languidecer durante décadas tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, se convirtieron en un gran éxito editorial que ha hecho que sus personajes hayan llegado hasta hoy, superando el medio siglo de vida, gracias a que supieron conectar rápidamente con los jóvenes de entonces. Podría pensarse que más de cincuenta años después ya no habría posibilidad de que un lector actual pudiera conectar con las creaciones de Stan Lee en las historias publicadas en esos años, pero la verdad es que seguimos disfrutando de ellas y estamos ante una nueva edad de oro para las reediciones de clásicos Marvel gracias a la excelente labor que está realizando Panini en su línea Marvel Gold. La causa de este éxito puede ser el hecho de que en las páginas de estos tomos encontramos no ya el origen de los superhéroes de Marvel, sino su quintaesencia, aquello que los distingue perfectamente y hace que los identifiquemos de forma inequívoca por más que esas historias fueran escritas mucho antes de que la mayoría de los lectores que compramos estas reediciones hubiésemos nacido.

En el caso de la Imposible Patrulla-X hay que reconocer el gran esfuerzo realizado a lo largo de las décadas para llegar hasta nuestros días conservando cierta frescura. La franquicia mutante ha contado con muchos altibajos desde sus comienzos porque quizás ya fallaba en su propio planteamiento inicial por querer ser diferente al de otros productos de la editorial y, en mi opinión, resultar algo adelantado para lo habitual en los cómics de ese momento. En la Marvel de comienzos de los años sesenta, al igual que en la sociedad americana de época, estaba muy presente la amenaza atómica como consecuencia de una Guerra Fría que se prolongaría durante casi treinta años más. Desde que el 6 de agosto de 1945 explotara la primera bomba atómica en Hiroshima y el mundo conociera su vasto poder destructivo y sus terribles efectos y consecuencias, la energía atómica se convirtió en una obsesión para la nación norteamericana que quedó reflejada en muchos productos culturales de la época, tanto en la literatura como en el cine o la televisión. Así, los nuevos superhéroes Marvel verían sus orígenes muy ligados a la radiación, como es el caso de los Cuatro Fantásticos, Hulk o Spider-Man. Incluso personajes como Iron Man, el Hombre Hormiga o la Avispa adquirían sus poderes a través de la ciencia y una de las pocas excepciones fue  Thor, cuyo poder divino estaba vinculado a la magia del encantamiento de su martillo/bastón.

Sin embargo, cuando Stan Lee concibió la idea que acabaría siendo la nueva serie llamada “The X-Men” (tras desestimar el nombre “The Mutants” porque, en palabras del jefe editorial Martin Goodman, nadie sabría lo que era un mutante), el origen de los poderes de sus protagonistas estaría ya asumido de antemano: eran mutantes, tenían habilidades extras (de ahí la “X”) cuyo origen no era necesario revelar a través de intrincadas explicaciones. Habían nacido siendo mutantes y ahora estos adolescentes debían aprender a controlar sus poderes para protegerse y salvar el mundo de otros mutantes como ellos. No importaba de dónde procedían sus poderes ni su mutación y, de hecho, las historias con los orígenes de los X-Men tardarían en llegar. Además, Stan Lee pensaba que contaba con un aliciente para los lectores al reunir en un mismo cómic dos de las características de los conceptos más exitosos de la Marvel de esos años: adolescentes (como Spider-Man) y una especie de familia disfuncional (como Los 4 Fantásticos).

No obstante, la serie no contó con el éxito esperado y llegaría a ser cancelada varios años más tarde para renacer de sus cenizas gracias a la pluma de un genial Chris Claremont que supo perfectamente reciclar muchos de los hitos sociales y culturales de finales de los setenta y los años ochenta en la que, probablemente, sea la mejor etapa larga de la franquicia mutante. El éxito se debió a que su mayor virtud fue alejarse totalmente del convencionalismo que imperaba en otras series de superhéroes y reivindicar la diferencia como algo positivo, único e inesperado. Seguramente a nadie en la Marvel de los años 60 se le hubiera ocurrido jamás que sus mutantes llegarían tan lejos. Asimismo, tras superar los anodinos y extremos años 90, Grant Morrison se encargó de relanzar a la Patrulla-X teniendo en cuenta un manifiesto que él mismo redactó y en el que se recogían las principales características de los X-Men, muchas de las cuales ya estaban presentes en los números que recopila este tomo de la línea Marvel Gold.

Y es que la Patrulla-X y sus decenas de series satélites encuentran su principal fundamento en esta etapa inicial que, aunque podría ser algo dura de leer hoy en día por su simplicidad y falta de desarrollo en los protagonistas, introdujo muchos conceptos, personajes e ideas que siguen presentes actualmente en las cabeceras mutantes. La etapa de Stan Lee y Jack Kirby sorprende por tomar la realidad como punto de partida y reciclar acontecimientos históricos para sus historias ya desde el primer número, en el que Magneto casi provocaba una crisis de misiles nucleares como la ocurrida entre Cuba, la URSS y EEUU pocos meses antes, algo que sí acabaríamos viendo en la genial película X-Men: Primera Generación de Matthew Vaughn, en la que se homenajea a estos cómics. Además, Lee y Kirby introducen casi desde sus comienzos la doble visión que Magneto y Xavier tienen sobre la relación que deben mantener mutantes y humanos, casi como si de un trasunto de Malcom X y Martin Luther King se tratara: mientras uno aboga por la supremacía mutante, el otro defiende una coexistencia pacífica.  

Aprovechando este escenario, Lee y Kirby presentaron diferentes elementos que hoy son imprescindibles para los lectores de la franquicia mutante, como la Mansión-X, la Sala de Peligro, la atracción entre Cíclope y la Chica Maravillosa, los Centinelas, la Hermandad de Mutantes Diabólicos o el Juggernaut (cuya presentación es uno de los hitos  narrativos de estos años) y otros personajes y elementos que han sido mejor explotados en otras series, como Ka-Zar y la Tierra Salvaje, Mercurio, la Bruja Escarlata o el Extraño. Todos estos componentes fueron introducidos acompañados de cierto dramatismo adolescente que, visto desde nuestra perspectiva moderna, parece bastante superficial y sobreactuado porque, salvo en ocasiones muy contadas, será dejado de lado para centrarse en la acción episódica similar a la que se podía encontrar en las páginas de Los Vengadores o Los 4 Fantásticos. Y es que Lee parece olvidar en muchos momentos aquellos aspectos que restarían espectacularidad a las historias y, salvo la histeria antimutante que dará como fruto a los Centinelas, muchas ideas planteadas en estos números iniciales o se delimitan pronto o serán apartadas para que sean desarrolladas años después por otros guionistas. Como ejemplo sangrante cabe destacar que, pese a que desde el primer momento se nos presenta al grupo dentro de una escuela, asistiremos a la graduación de la Patrulla-X en el séptimo número y que el Profesor X desaparecerá momentáneamente dejando a Cíclope al mando de un grupo de novatos todavía muy necesitados de su mentor.

Si la serie ya iba en cierta forma a la deriva en su argumento, en el apartado gráfico Kirby se mantuvo como dibujante completo hasta el undécimo número, a partir del cual sus bocetos fueron terminados por artistas como Alex Toth y Werner Roth en unos números en los que se presentaría a los Centinelas, la última gran aportación de Lee y Kirby a la franquicia, y Magneto regresaría justo a tiempo para despedir también a Stan Lee, que abandonó la serie en el número 19 tras presentar al Mímico, futuro miembro del grupo. Lee dio paso a un joven Roy Thomas, que comenzó dialogando los insulsos números planificados y dibujados por Werner Roth  hasta que consiguió convertirse en guionista completo y amplió el campo de actuación de la Patrulla-X integrándola definitivamente en el universo Marvel a través de la aparición de villanos que, como el Conde Nefaria y sus secuaces, ya habían sido presentados en otras series y llegaban ahora a las de los X-Men como si a través de su presencia se recordase a los lectores que no solamente Los Vengadores y los 4 Fantásticos podían hacer frente a grandes amenazas.

Con Thomas llegó la primera época de grandes cambios para la serie y, por qué no decirlo también, la de villanos cutres como la Langosta, el Hombre de Cobalto o el Tigre, enemigos poco memorables en una etapa en la que las historias trataron de potenciar la faceta humana de los personajes a través de sus relaciones interpersonales. Destaca así el triángulo amoroso entre Cíclope, la Chica Maravillosa y el Ángel que hoy en día  está más que olvidado, pero que en esos momentos insufló cierta vitalidad a la relación de quiero y no puedo que mantenían Scott Summers y Jean Grey.

En resumen, en el tomo Marvel Gold: La Patrulla-X original 1: La Patrulla-X contra Magneto asistimos al nacimiento del mito mutante y quizás sus historias no son tan memorables como las de otros personajes del momento, pero son imprescindibles para comprender su éxito posterior al introducir muchos conceptos que escritores más capaces han sabido desarrollar acertadamente con posterioridad. Aquí hallaremos el origen de unos personajes y planteamientos que no supieron conectar con los lectores de su época a pesar de tomar la realidad como referencia desde el primer episodio, pero que años después encandilarían a millones de lectores por todo el planeta y se convertirían en el reflejo de muchos movimientos sociales que, curiosamente, también nacerían en los sesenta y que reivindicaban los derechos de las minorías, igual que el sueño de Xavier hacía con los derechos de los mutantes.


Libro en tapa dura. 624 páginas.
Fecha de publicación: febrero 2016
Precio: 39,95€