Bien es sabido por los lectores de Marvel
que, lejos de ser al revés, son los comics los que suelen amoldarse a los
estrenos cinematográficos por cuestiones de mercado.
La próxima película de los mutantes es X-Men:
Days of Future Past, basada en la clásica saga de Chris Claremont y John
Byrne del mismo título (que presenta un futuro en el que los mutantes han sido
internados en campos de concentración en unos Estados Unidos totalitarios tomados
por los centinelas); y está levantando una enorme expectación en la que quizás
sea la campaña publicitaria más extensa y astuta (porque realmente sabemos
mucho menos de lo que creemos sobre la película), a la vez que sencilla de la
historia, que se basa en la filtración voluntaria del fichaje o la imagen
de rodaje casi diaria vía Twitter de Bryan Singer, lo cual incluye casos
puntuales y bien calculados como la controversia sobre Mercurio, que no hacen
más que aumentar el sonido del proverbial río y el agua que lleva. El caso es
que, no por casualidad, últimamente se ha visto en las series de la franquicia
mutante un interés intensamente reavivado por la temática de los futuros
apocalípticos.
En primer lugar, hay que decir que esta es una temática absolutamente natural de las series mutantes a lo largo de su historia (y, en general, propia de los cómics de superhéroes, por sus evidentes connotaciones bíblicas). La idea de seres superpoderosos que irrumpen en nuestra sociedad buscando su espacio y su voz propia conlleva, por fuerza, una proyección del peor escenario posible. Sobre ello, cada uno de estos futuros o realidades alternativas ofrece la virtud de poder plasmar de forma libre y radical, relativamente libre del peso de la continuidad, las ideas del autor concreto del momento dentro de una franquicia en constante movimiento. Por ello se convierte en un recurso que ofrece innumerables posibilidades creativas sirviendo a cualquier propósito narrativo, que va desde convertirse en una historia autónoma a introducir o cerrar tramas de una historia principal, o incluso realizar un comentario crítico sobre la etapa del momento (en la línea marcada por clásicos de la literatura como 1984 o Un mundo feliz).
En primer lugar, hay que decir que esta es una temática absolutamente natural de las series mutantes a lo largo de su historia (y, en general, propia de los cómics de superhéroes, por sus evidentes connotaciones bíblicas). La idea de seres superpoderosos que irrumpen en nuestra sociedad buscando su espacio y su voz propia conlleva, por fuerza, una proyección del peor escenario posible. Sobre ello, cada uno de estos futuros o realidades alternativas ofrece la virtud de poder plasmar de forma libre y radical, relativamente libre del peso de la continuidad, las ideas del autor concreto del momento dentro de una franquicia en constante movimiento. Por ello se convierte en un recurso que ofrece innumerables posibilidades creativas sirviendo a cualquier propósito narrativo, que va desde convertirse en una historia autónoma a introducir o cerrar tramas de una historia principal, o incluso realizar un comentario crítico sobre la etapa del momento (en la línea marcada por clásicos de la literatura como 1984 o Un mundo feliz).
No reparamos en ejemplos: el mes
pasado, Rick Remender utilizó inteligentemente un futuro distópico como recurso
narrativo en la gran saga final que dio carpetazo a sus Imposibles X-Force.
Si bien su introducción fue algo facilona, el futuro que presentó cumplió
perfectamente su función de denunciar la naturaleza netamente fascista
subyacente en el equipo, convirtiéndose en uno de los motivos principales para
la disolución de este al final de la historia. Aunque no se ajuste técnicamente
a este perfil, otro reciente es La Era de X de Mike Carey, que funcionó bien
como parodia de la situación del momento en la isla-Estado de Utopia y la
mentalidad de trinchera que allí se estaba formando poco a poco. Y la gran
debilidad personal de quien esto escribe, Bienvenidos al mañana, sirvió
para que Grant Morrison encajara todas las piezas del puzzle y diera un sentido
global a su etapa.
No obstante, más allá de la historia específica de cada etapa, existe una serie de ideas de base que permanecen y que otorgan a la franquicia una identidad muy propia. Temas como la marginación, la evolución, la supervivencia o la educación pueden reconocerse con facilidad a lo largo de cinco décadas de historias de mutantes, pero lo cierto es que a todas ellas da cohesión una argamasa de sencillez aplastante: la esperanza. El mirar al horizonte al final del día, de la batalla contra el enemigo de turno, y pensar que, algún día, todo el esfuerzo, todos los amigos que se han quedado en el camino y todas las decisiones difíciles habrán merecido la pena porque finalmente se habrá conseguido un mundo mejor. Y el futuro apocalíptico es un tema arquetípicamente tan insidioso precisamente porque ataca directamente a esa esperanza que siempre pervive (incluso hay un personaje que se llama así, y que fue creado para encarnarla).
No obstante, más allá de la historia específica de cada etapa, existe una serie de ideas de base que permanecen y que otorgan a la franquicia una identidad muy propia. Temas como la marginación, la evolución, la supervivencia o la educación pueden reconocerse con facilidad a lo largo de cinco décadas de historias de mutantes, pero lo cierto es que a todas ellas da cohesión una argamasa de sencillez aplastante: la esperanza. El mirar al horizonte al final del día, de la batalla contra el enemigo de turno, y pensar que, algún día, todo el esfuerzo, todos los amigos que se han quedado en el camino y todas las decisiones difíciles habrán merecido la pena porque finalmente se habrá conseguido un mundo mejor. Y el futuro apocalíptico es un tema arquetípicamente tan insidioso precisamente porque ataca directamente a esa esperanza que siempre pervive (incluso hay un personaje que se llama así, y que fue creado para encarnarla).
Lo que hemos visto este mes nos abre la
puerta a varias macrohistorias que giran en torno al futuro concreto de
la clásica saga de Claremont (no casualmente ambientada en el año
2013), que dado el impacto que tuvo la misma, ha sido revisitado en varias
ocasiones desde 1981, aún rodeada de ese halo mítico y fantasmal (fue la primera vez que se mostró que la Patrulla-X fracasaría estrepitosamente). Al final del cuarto número de Imposibles Vengadores
hemos tenido un inesperado vistazo a un futuro apocalíptico que no se dará en
el plazo de los habituales 15, 20 o 150 años, sino en ¡sólo tres meses! En él se
presenta un panorama muy similar a Días del Futuro Pasado (con
referencias directas muy evidentes), pero con una intervención mayor de
personajes no mutantes (se sabe del importante papel que jugará Kang en sus
diversas encarnaciones), y que ha sido provocado por Cráneo Rojo, que con los
poderes telepáticos del cerebro de Xavier se ha convertido en nada menos que el
nuevo Onslaught. A falta de ver más, cabría plantearse por qué una historia de
tal calibre no implica una mayor participación de las colecciones mutantes…
… si no fuera porque ello coincide con el
próximo gran crossover de la línea mutante, Battle of the atom, que
conmemora el 50 aniversario de la misma (cabría pensar que el Patriarca Mutante
tenía en mente tal circunstancia a la hora de plantear Días del Futuro
Pasado). En esta historia, las dos Patrullas-X del presente (recordemos, el
personal del Instituto Jean Grey, con Lobezno en cabeza, y equipo
revolucionario de Cíclope), así como la adolescente Patrulla-X original traída de
su época, serán visitadas por un equipo proveniente de ese futuro alternativo,
liderado precisamente por la Kate Pryde de Claremont y Byrne. Aunque los
detalles concretos aún no se conocen, todo apunta a que se aprovechará la
inmejorable oportunidad de hacer recapitulación de la muy densa
continuidad acumulada en estas cinco décadas, sintetizar, reinterpretar y
plantear nuevas cuestiones. Y cabe pensar que precisamente la chispa de luz
prendida por Brian Michael Bendis en La Nueva Patrulla-X con la promesa
de la joven Patrulla-X original de luchar por corregir la situación presente
hasta hacerla lo más parecida posible al ideal sobre el que se fundó el
Instituto será la clave que de fundamento a todo ello. Más que nunca, esperanza.
Porque la genial iniciativa de Bendis implica que nuestro presente,
con el panorama dejado por Vengadores vs. Patrulla-X es, de hecho, un
verdadero futuro apocalíptico para esos chicos arrancados de las cálidas manos
de Stan Lee (y ni siquiera es el peor: peor hubiera sido que hubieran
aterrizado durante Especie en peligro). Esta acertada contraposición
entre un pasado cándido y un presente descarnado tiene el curioso efecto de romper
barreras y crear una visión mucho más orgánica de la línea temporal, en tanto
que la distopía deja de ser un futuro lejano e improbable que siempre se acaba
evitando y pasa a ser el mismo presente, tras décadas de historias (agradecidamente)
truculentas, y que termina teniendo que ser repensado. En medio de la pasión por
el futuro apocalíptico, Bendis aporta algo diferente a este tipo de historias, novedoso
en su madurez: esta no es la muy manida historia de evitar un acontecimiento
concreto para que automáticamente la línea temporal se reescriba, sino que la
cuestión pasa a ser hallar en el pasado la fuerza necesaria para, con esfuerzo,
cambiar el presente, el único que cuenta. Hace lo opuesto a la
retrocontinuidad: alterar el presente desde el pasado (lo cual resulta muy
irónico para este guionista).
Dentro de este gran arco argumental, puestos
a imaginar, lo que a un servidor le interesaría sobremanera es echar un vistazo
a una situación del futuro inmediato que está bien palpable en el aire, pero
que de momento es pronto para plantear abiertamente: la realización de la ya
famosa revolución mutante de Cíclope y el escenario que esta dejaría
¿Podría ser el tema del crossover de la línea de dentro de uno o dos
años? ¿Y qué hay de la vuelta de los jóvenes mutantes a su época? ¿Cumplirán
con su destino de volver al momento temporal que les corresponde con la memoria
borrada para mantener la estabilidad temporal, o retendrán los recuerdos de lo
vivido para, para variar, crear una línea temporal utópica, en la que
todo fue sobre ruedas (sin las muertes de Jean ni Xavier, ni las
transformaciones de Bestia, etc.)? ¿Y lo de Imposibles Vengadores? ¿Qué
impacto general tendrá? Desde luego las posibilidades son infinitas, y
más tal y como está planteado el statu quo del universo mutante ahora
mismo (porque, como bien sabemos los amantes de la ciencia-ficción, no hay
reglas universales e inamovibles sobre los viajes en el tiempo, sino que cada
obra funciona según la lógica particular de cada autor).
Y si a todo lo mencionado sumamos el vistazo
al futuro que realizará Jason Aaron durante su Saga del Fuego Infernal
de Lobezno y la Patrulla-X, e incluso el capital papel del canadiense en
La Era de Ultrón, con sus tan cacareadas consecuencias (¿no es
sintomático que el último macroevento central de Marvel se suba también a este
carro?), ya tenemos un cóctel
completo y rebosante.
Para concluir, es cierto que la "exigencia" de mercado por la próxima película de la saga pueden tener una buena influencia
sobre el curso de las series, pero no es menos cierto que ello coincide de forma natural con el escenario post-VvX. Casi parece que aquel evento fue tan destructivo que dejó una enorme inquietud sobre el futuro que nos aguarda; y después de todo, la tradición marcada por Claremont y Morrison es tener un futuro apocalíptico tras una gran saga de Fénix. Pero sobre todo, este impulso incide sobre temáticas muy primarias de la línea, en las que autores de gran talento han abierto la posibilidad de explorar vías inéditas aunque familiares que los mutantes, como siempre, recorrerán como la cuerda de un funambulista, entre el apocalipsis y la esperanza.
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