El
macroevento de cierre del arco de historias de Marvel de los últimos
ocho años (a falta de La
Era de Ultrón)
deja tras de sí una gran controversia: el eslogan “Cíclope
tenía razón”
ha tenido una resonancia inmediata entre los lectores Marvel desde el
final de Vengadores
vs. Patrulla-X,
y me parece que va a marcar a toda una generación de lectores,
tanto a favor como en contra.
Y no es para menos, porque en esta saga
los guionistas han tenido el coraje de dar un salto cualitativo en la
evolución del personaje para llevarlo a un terreno de polémica
y debate, que compromete al lector (como ya pasó con Iron Man
en Civil
War).
En este caso, es evidente que,
aún siendo hasta el final el más cabal de los Cinco
Fénix de lejos (como muy bien nos muestra Kieron Gillen), el
gran líder mutante del siglo XXI acabó totalmente
sobrepasado por la omnipotencia en sus manos y la intolerable presión
a la que se vio sometido; primero por los Vengadores y luego por la
propia Patrulla-X, encabezada por su mentor, el profesor Charles
Xavier, que horrorizado por aquello en lo que su famoso sueño
había mutado mientras él no estaba al cargo se enfrentó
a su más aventajado discípulo mostrando (una vez más)
su cara más paternalista y menos escrupulosa. La muerte de
Xavier a manos de Cíclope es sin duda un acontecimiento
terrible, pero cuanto de Scott y cuanto del Fénix hubo en
aquel acto será, ya para siempre, objeto de debate. La
cuestión de fondo es que el Fénix fue claramente una
macguffin
para exacerbar unas tendencias largo tiempo en desarrollo. ¿Cómo
se llegó a esto?
(Antes de empezar, quiero aclarar que pretendo centrarme en los
hechos desde un punto de vista ideológico/político, no
tanto psicológico, por lo que acontecimientos clave de esta
etapa, como la muerte de Rondador Nocturno, no serán
analizados. En ello hay mucha tela que cortar, y sería objeto
de otro artículo)
Tras
el
Día-M, habiendo pasado de millones (en torno a 15, si
recordamos
E
de Extinción)
a menos de doscientos, el sueño de Xavier quedó
cancelado (y por relación dialéctica, también el
de Magneto, salvo para el medieval Éxodo, que tan bien
funciona como versión casposa y obsoleta de Magnus). ¿Qué
sentido tenía luchar por el sueño de la coexistencia e integración en la sociedad humana de menos de doscientos individuos, como cuerpo social significativo?
La prioridad pasó a ser la lucha por la
supervivencia de la
especie mutante, y más a raíz de la revelación
de que el nacimiento de nuevos mutantes había quedado
imposibilitado. Un auténtico holocausto. Desde aquel día
hasta el día en que Hope dispersó al Fénix
reactivando el gen mutante pasaron unos muy duros años
(con el acoso de los Merodeadores, Bastión o Norman Osborn)
que por fin han quedado atrás, abriendo el camino a que la
Patrulla-X retome su lucha inicial por la integración. Pero
por el camino algo ha cambiado, para no volver a poderse ignorar
jamás: los mutantes se han constituido como un
poder soberano.
Y ha sido enteramente gracias a Cíclope.
Con
la Mansión destruida en
Complejo
de Mesías,
Cíclope, ya líder mutante indiscutible tras su gestión
de la crisis, pero aún en proceso de asimilar hasta sus
últimas consecuencias la condición política de
su liderazgo, guió a su raza a la tierra prometida que ofrecía
la abierta y progresista ciudad de San Francisco, donde el sueño
de Xavier tenía la oportunidad de hacerse realidad. Y cuando
este intento de integración falló en última
instancia, los trasladó, nuevamente, a esa fortificada
localización concreta llamada (de forma un tanto irónica)
Utopía. Visto desde fuera, y con cierta sorna
housiana,
el reformado Asteroide M podría recordar a aquel campamento de
refugiados custodiado por los centinelas del gobierno en el que se
convirtió el Instituto Xavier en los primeros meses de la
diezma, sobre todo en lo tocante a la reclusión forzosa de los
mutantes.
Pero una vez allí, inadvertidamente o no, lo cierto es que se
dieron los tres principios del Derecho Internacional Público
para el reconocimiento de un
Estado: el tener una población y
territorio concretos, pero también un gobierno propio con capacidad para decidir sobre sí mismo sin injerencias externas.
Y
ningún Estado, con ese principio de soberanía, es
realmente tal sin un
ejército; papel que los rebeldes mutantes
restantes, entre los que se cuentan Sapo, varios antiguos Morlocks o
casi toda la quinta de estudiantes de Tensión e Infernal,
pudieron jugar a la perfección. En un momento clave del ataque
de los Nimrod en
Advenimiento,
Cíclope proclama lo que devenir de los hechos había
hecho evidente: que todos los mutantes de Utopía (y por tanto,
casi todos los del mundo) habían pasado a ser Hombres-X. La
Patrulla-X y los mutantes, no como una categoría de vanguardia
dentro de la otra, como había sido durante todas las décadas
anteriores, sino como algo indivisible e indiferenciable. La
diferencia con respecto al precedente de la Genosha de Magneto reside
en que, en aquel caso, no era la total completitud de la raza mutante
la que tuvo que armarse y plantar cara (esto es, constituirse como
sujeto político colectivo activo), ni siquiera la gran mayoría
de los ciudadanos mutantes de aquel estado. La movilización de
toda la especie a las órdenes de Cíclope (y no la
esperada llegada de Hope o el comienzo de la
Edad
Heroica)
es lo único que explica su orden de disolución del
escuadrón secreto
X-Force (uno de los elementos más
característicos de esta etapa): ya no le hace falta esta
estrategia oculta y sibilina, porque él va de frente,
movilizando todos los recursos que hagan falta de cara a la
supervivencia de la especie. Por desgracia, eso incluye a los más jóvenes, lo que termina desencadenando el cisma en el seno de la Patrulla-X.
Sobre
esta base, una vez ocurrido este, Scott establece Utopía
en una situación de tensión defensiva, de casi Guerra
Fría, frente a la humanidad (no hay más que leer sus
manifiestos). Es plenamente consciente de tener a su disposición
toda una serie de (cito a Millar) “personas de destrucción
masiva” y con la intención de usarlas en caso de necesidad.
A estas alturas, el ideal de integración ya había sido
casi totalmente obviado y apropiado por el otro bando; y es muy
probable que el modelo de Namor como gobernante fuerte haya tenido
algo que ver con ello.
Una vez con el poder del Fénix, Scott y
su equipo pasan a la acción y extienden este poder político
mutante sobre todo el mundo (Pax
Utopia).
Esto no significa, en absoluto, abrazar la idea de dominación
del Magneto tradicional, sino simplemente hacer del mundo una
verdadera utopía, que puede serlo para los humanos únicamente
en la medida en que la sea para los mutantes (proporcionando agua,
comida y energía gratis en abundancia, así como
decretando el fin de las guerras, lo que altera sobremanera a los
gobiernos humanos, carentes ya de su soberanía de
facto).
Finalmente, por lo que se anuncia para la etapa de Bendis, esta
dinámica se mantendrá, aunque desde un rol
revolucionario y underground.
Y
lo más importante, sin la razón de fondo de proteger a
la raza mutante a toda costa, sino simplemente en nombre de la
conseguida soberanía mutante.
Y durante todo esto ¿qué hay de Lobezno, la otra cara de la moneda de Cíclope desde Cisma? Su motivación (que tiene un precedente en la Pícara de Carey) es la de recuperar la autenticidad del sueño de Xavier, reinaugurando el Instituto con el ideal de educar a la generación más joven de mutantes, haciendo de la integración de nuevo bandera (incluyendo a alienígenas como Nydo y Kid Gladiador en el alumnado). La clave para entender a Logan la tenemos, cómo no, de la mano de Jason Aaron, quien, durante una conversación con Cíclope en el parte de Lobezno y la Patrulla-X sobre VvX saca a relucir la mentalidad del canadiense: con tal de posibilitar la existencia de un espacio de estabilidad donde las nuevas generaciones de mutantes puedan desarrollarse personalmente en plenitud, como algo más que soldados en la batalla por la supervivencia, es capaz de cargar enteramente sobre sus hombros (y los de su equipo) con el peso de esa lucha, manteniendo ambos ámbitos tajantemente separados (frente al Estado de Excepción permanente de Utopía, que los funde). Sólo así puede comprenderse su rol dual de director de instituto y líder del equipo asesino de operaciones secretas X-Force.
Pero
de lo que quizá Logan no sea plenamente consciente es de que
esta reformulación del sueño de Xavier (que incluye la
colaboración activa con los héroes humanos) es solamente
posible bajo la distante protección de Cíclope (como
este mismo dice al final de
Cisma),
y con la experiencia acumulada de soberanía bajo el mando de
este. Así, la propia existencia continuada (con sus etapas)
del equipo/concepto X-Force evidencia la
diferencia, pequeña
pero significativa, entre el ideal de Lobezno y el de Xavier, que
carecía de una vertiente proactiva. Haciendo memoria, esta
disyuntiva ya la planteó Cable allá por 1990 tras
Proyecto
Exterminio (y
como ahora, fue Tormenta su más firme opositora)
,
pero
las circunstancias extremas tras el Día-M obligaron a que se
realizara.
Se puede considerar, de todas formas, que este es el bando ganador en
VvX, lo que nos lleva al
quid
de la cuestión: tras darse las circunstancias para que
el sueño de Xavier se pueda llevar a la práctica a gran
escala como en los viejos tiempos (y adquiriendo un especial
significado tras la muerte de este), son
los Vengadores, es decir,
los héroes de la raza humana, los que se adueñan de él.
Lobezno, el mutante que posiblemente menos en serio se tome esta
condición y la soberanía que ahora implica (el caso de
qué hacer con Quentin Quire en mitad de
Cisma lo
demuestra), sirve de puente fundamental entre humanos y mutantes tras
casi una década de pertenencia a los Vengadores. Pero por lo
visto hasta ahora, es el Capitán América el que lleva
la iniciativa del sueño de Xavier con la bendición del
Instituto Jean Grey (por no mencionar la poderosa imagen que le
facilita Kaos).
Esto no es incoherente con el ideal de Xavier, todo lo
contrario, pero ignora con demasiada ligereza la hazaña
política de la
soberanía mutante, sin la cual esta raza quizá se hubiese extinguido a estas alturas (por mucho
que el Fénix terminara por sembrar la destrucción).
Resulta irónico que el papel de encabezar una nueva era de
esperanza que legítimamente hubiera tenido que ocupar Cíclope,
que cargó durante tanto tiempo con la responsabilidad de
mantener viva la raza mutante, se le escape en manos de los que lo
encarcelaron.
Para terminar, decir que queda claro que la cuestión parece
mucho más compleja que una simple reactivación del
debate Xavier-Magneto, aunque con actores diferentes. Si bien se
repite el esquema de que uno piensa en términos sociales (de humanidad y su desenvolvimiento) y otro en términos biológicos (de
especie y su supervivencia), lo cierto es que Logan recoge el testigo
de Xavier de un modo más desenfadado a la par que realista,
mucho más acorde con una personalidad adecuada para tiempos
difíciles, aunque ello haya significado dejar una buena parte
del legado mutante bajo la "marca" de los Vengadores. Y por supuesto, Scott
no pretende defender y empoderar a la raza mutante desde la
perspectiva de un terrorista supremacista y homicida, sino desde la
de un gobernante que, con mucho esfuerzo, construyó algo revolucionario y muy importante
que le otorga una legitimidad imposible de ignorar.
De lo que no hay duda es de que se ha abierto un periodo radicalmente nuevo en la historia de los mutantes de Marvel en la mejor tradición de la casa, y que dará mucho de que hablar. Como siempre, por otra parte.